Descolonización de la mente, el cuerpo y la tierra

Introducción

Aunque estamos lejos de la Amazonía, todos tenemos un papel en la descolonización de nuestras tierras, cuerpos y mentes, lo que puede conducir finalmente a la descolonización en todo el mundo. Descolonización es una palabra grande y puede tener diversos significados.

Técnicamente, todo fue “descolonizado” cuando los países colonizadores abandonaron sus colonias y se declararon estados-nación independientes en los siglos XIX y XX. Sin embargo, como ya sabemos y vimos en Colonización en la Amazonía, las prácticas coloniales y las mentalidades extractivistas siguen siendo utilizadas por estados y corporaciones neocoloniales que buscan lucrar con la tierra y las comunidades. Además, todos hemos crecido en un mundo colonizado: nuestras ideologías, instituciones, imaginarios y prácticas han sido colonizados.

Dado esto, ¿cómo se ve la descolonización? ¿Significa borrar la economía global construida por corporaciones multinacionales explotadoras? ¿Desmantelar los estados-nación? ¿Reemplazar a sus líderes? ¿Qué papel juegan los individuos? La descolonización plantea preguntas complejas y profundas, y si se realiza de manera significativa, transformaría por completo la vida tal como la conocemos. Es “el proyecto doble de derrumbar y construir, de desmantelar sistemas que succionan la vida y construir otros que la nutren” (Micah Herskind).

Por ello, la descolonización debe implicar etapas. Para aprender a descolonizar, debemos ir más allá de la comprensión básica de cómo se colonizó la tierra, y entender también cómo nuestras mentes y cuerpos también lo fueron. Como escribió Einstein: “La misma forma de pensar que creó los problemas no puede resolverlos”. Antes de descolonizar eficazmente las tierras, debemos descolonizar nuestras prácticas. Y antes de eso, debemos descolonizar nuestros imaginarios, lo cual implica cambiar por completo la forma en que percibimos el mundo que nos rodea. Comenzaremos esta conversación con una comprensión amplia de cómo estamos colonizados. A través de ello, podremos comenzar a entender que la descolonización parte desde el interior hacia el exterior.


¿Cómo estamos colonizados?

Comencemos con una conversación entre dos seres del libro Ishmael, de Daniel Quinn:

—“Entre la gente de tu cultura, ¿quiénes quieren destruir el mundo?”

—“¿Quiénes quieren destruirlo? Hasta donde sé, nadie quiere destruir el mundo.”

—“Y sin embargo lo destruyen, cada uno de ustedes. Cada uno contribuye diariamente a la destrucción del mundo.”

—“Sí, es cierto.”

—“¿Por qué no se detienen?”

Me encogí de hombros. “Francamente, no sabemos cómo.”

—“Son prisioneros de un sistema civilizatorio que, en cierto modo, los obliga a seguir destruyendo el mundo para poder vivir.” (1998).

Reflexión

  • ¿Crees que somos prisioneros? ¿Cómo y por qué?
  • ¿Cuál es ese sistema civilizatorio que nos obliga a destruir el mundo y cómo lo hace?

Ese sistema civilizatorio está compuesto por los estados-nación, ideologías, instituciones e imaginarios que dan forma a nuestro mundo. Como todos han sido colonizados, es decir, invadidos por una cosmovisión colonial (un virus, por así decirlo) que nos incita a dividir, controlar y explotar la tierra, los recursos, el trabajo y a las personas (Villanueva, 2018), nos obligan a destruir el mundo.

¿Lo captaste? Todo lo que ha sido infectado con el virus del colonizador genera en nosotros el impulso de dividir, controlar y explotar. Estas acciones inevitablemente destruyen el mundo, como lo estamos viendo en tiempo real. Estar infectados con el virus del colonizador también se llama colonización de la mente.

Cuando las personas empiezan a hablar sobre colonización y descolonización, existe una fuerte tendencia a culpar a otros, a pintar a los gobiernos y a las corporaciones como los villanos. Pero lo que permite que estos gobiernos y corporaciones sigan dividiendo, controlando y explotando es nuestra propia complicidad con el sistema tal como está. Nuestra forma actual de intentar liberarnos de esta prisión es gritarle al guardia que nos deje salir, en lugar de trabajar en reconocer los barrotes de nuestra propia jaula y aprender a desarmarlos estratégicamente.

Para salir de la jaula, no solo debemos identificar los elementos tangibles que nos mantienen prisioneros y nos llevan a destruir el mundo de forma no intencionada. También debemos reflexionar y descubrir cómo nuestro propio imaginario refuerza esa prisión. Piensa en la película Room, en la que una mujer es secuestrada por años, y da a luz a un niño que nunca ha salido de la habitación donde viven. El niño no conoce nada más allá de ese cuarto. Su imaginación limitada lo lleva, inconscientemente, a querer permanecer allí, incluso ante los intentos desesperados de su madre por escapar.

De forma similar, no sabemos cómo podría ser el mundo fuera de los sistemas en los que vivimos atrapados. Como estos sistemas, prácticas y valores son todo lo que conocemos, creemos que es imposible construir algo diferente y que debemos conformarnos si queremos sobrevivir. Imaginar otras formas de vida parece casi imposible. E imaginar cómo podemos desempeñar un papel activo en desmantelar nuestra prisión —de la que apenas somos conscientes— parece algo casi inimaginable. Este módulo busca ayudarte a comprender cómo podemos usar nuestra imaginación y nuestras prácticas para liberarnos de este sistema civilizatorio destructivo.

Colonización de la mente

Como se mencionó anteriormente, la colonización de nuestras mentes significa que hemos sido infectados por un virus colonizador que nos condiciona a percibir la realidad a través de un lente específico, y que nos impulsa a dividir, controlar y explotar. Esto lleva a prácticas que fomentan la división, el control y la explotación, lo cual termina destruyendo el mundo a nuestro alrededor. Nuestro condicionamiento inconsciente a esta percepción de la realidad como norma perpetúa este ciclo.

Reflexión

  • ¿Quién y qué está infectado con el virus del colonizador en tu vida?
  • ¿Qué ejemplos de división, control y explotación ves en tu vida cotidiana?
  • ¿Cómo hemos sido infectados con el virus del colonizador? ¿Por qué nos impulsa a actuar de esta manera? Tómate un tiempo para reflexionar: escríbelo o sal a caminar y piensa críticamente.

El virus del colonizador nos infecta a nosotros y a nuestras comunidades mediante el condicionamiento cultural, es decir, la exposición repetida de niños y niñas a ciertas ideologías culturales a través de medios diversos como la escuela, el entretenimiento, los padres y los compañeros. A través de este condicionamiento, se nos ha contado una historia una y otra vez que ha llegado a teñir el lente con el que percibimos el mundo.

Reflexión

  • ¿Cuál es la historia que nos han contado? Piensa bien: ¿qué se te ha susurrado al oído toda tu vida? ¿Cuál es la forma predeterminada de existir en Occidente?

Actividad

Lee este artículo para ayudarte a comprender el condicionamiento cultural y la historia que nos han contado:

https://willowvolkert.substack.com/p/cultural-conditioning

La historia

¿Tiene sentido ahora la historia? Hemos crecido escuchando que el ser humano es el ser más inteligente de la Tierra, y por eso deberíamos gobernarla. Esta idea ha alimentado el sistema de valores colonial basado en el antropocentrismo, el conflicto combativo, la jerarquía, el individualismo y el éxito entendido como poder y riqueza. Estos valores han dado paso a un conjunto de instituciones y sistemas que determinan nuestra realidad. La jerarquía dio origen al colonialismo, las corporaciones neocoloniales y la globalización. El individualismo impulsó el capitalismo, enfrentando a vecinos entre sí. El conflicto combativo ha provocado guerra tras guerra, tras genocidio, tras guerra. El antropocentrismo ha generado incredulidad hacia ideas como Kawsak Sacha y ha provocado la destrucción de la biodiversidad y el cambio climático. Y el éxito como poder y riqueza ha creado una visión de túnel donde la felicidad se describe como más; más poder, más dinero, más casas, más autos.

Reflexión

  • ¿Fuiste criado con esta historia?
  • ¿Qué instituciones y sistemas te enseñaron estos valores?
  • Haz una lista de las cinco personas más cercanas a ti y escribe qué valores ves reflejados en ellas. ¿Cuáles son las consecuencias de su condicionamiento?
  • ¿Qué valores ves más arraigados en ti? ¿Cuáles te resultan tan naturales como respirar?
  • ¿Cómo perpetúa la colonización de la mente el statu quo y la continuidad de los sistemas e instituciones coloniales?

Negación

Las mentes colonizadas suelen crear una negación de que somos parte del problema; de que el caos y la destrucción que vemos se deben en realidad a nuestras propias formas de ser violentas.

Gesturing Towards Decolonial Futures Collective identifica cuatro negaciones que estructuran esta gran negativa a reconocer el daño:

  • La negación de la violencia sistémica y la complicidad en el daño (el hecho de que nuestras comodidades, seguridades y placeres están subsidiados por la expropiación y explotación en otro lugar).
  • La negación de los límites del planeta (el hecho de que el planeta no puede sostener un crecimiento y consumo exponencial).
  • La negación del entrelazamiento (nuestra insistencia en vernos como separados unos de otros y de la tierra, en lugar de estar “entrelazados” en un metabolismo vivo más amplio que es bio-inteligente).
  • La negación de la profundidad y magnitud de los problemas que enfrentamos: la tendencia a 1) buscar “esperanza” en soluciones simplistas que nos hacen sentir y ver bien; 2) alejarnos del trabajo difícil y doloroso (por ejemplo, enfocarnos en un “futuro mejor” como forma de escapar de una realidad percibida como insoportable).

Estas negaciones, condicionadas en nosotros tanto por el ego como por el miedo a la culpa, al igual que los sistemas de valores coloniales, nos impiden enfrentar la verdad sobre cómo somos responsables de la destrucción que estamos viendo en todo el mundo. Estas negaciones perpetúan que las nuevas generaciones reciban la misma historia y mantienen los sistemas coloniales existentes.

Consecuencias de nuestros imaginarios colonizados

Hemos crecido con una historia que nos enseña que los humanos son el centro del universo, que los recursos son escasos y que debemos acumular tanto como podamos para sobrevivir. “Estas historias se han solidificado y vuelto tan familiares y ‘verdaderas’ que empezaron a limitar nuestra visión del mundo y nuestras opciones. Se convirtieron en creencias, en artículos de fe. Sin embargo, nuestras creencias son solo una perspectiva, y cuanto más rígida sea nuestra perspectiva, más otras perspectivas alternativas perdemos… Cuando vives dentro de un sistema como este, respirando el aire, bebiendo el agua, viendo la televisión, es más que fácil —de hecho, es casi inevitable— que absorbas las actitudes culturales, los mitos y los estereotipos; te verás afectado por ellos y quedarás infectado” (Villanueva, 2018).

Cuando las mentes están colonizadas y más personas invierten en la realidad de un mundo colonial, las instituciones coloniales crecen aún más, lo que continúa desconectándonos de otras formas de vida que podrían detener o revertir la destrucción causada por las normas coloniales. A medida que estas instituciones crecen, nuestras prácticas se vuelven también más colonizadas, y nuestros imaginarios se solidifican aún más desde una perspectiva colonial. David Orr escribe: “La persona promedio ha aprendido a reconocer más de 1.000 logotipos corporativos, pero puede reconocer menos de 10 plantas y animales nativos de su localidad” (Orr, 2002). El hiperconsumo y la desconexión del mundo natural son solo algunas de las consecuencias de nuestras mentes colonizadas por este conjunto de valores.

Cuando vemos el efecto dominó de nuestros imaginarios colonizados y cómo afectan nuestras vidas, pensamos: “Así son las cosas, hay que sacar lo mejor de ello, nada cambia, es la naturaleza humana” (Villanueva, 2018). Esto crea un ciclo de retroalimentación positiva, como se menciona en el capítulo de Windigo de Robin Wall Kimmerer, donde sucumbimos al statu quo de nuestros imaginarios colonizados. Por ejemplo, a medida que crece el capitalismo, también lo hace nuestra creencia de que tenemos que trabajar aún más para sobrevivir. Nos encontramos trabajando 40-60 horas por semana solo para llevar comida a la mesa y sostener nuestros hábitos de consumo. Nos encontramos usando las últimas tendencias, redes sociales, más maquillaje, porque nos dicen que así encajaremos. Siempre llevamos zapatos, nunca tocamos el suelo porque “la tierra está sucia”.

Bell hooks escribe: “una vida exitosa se mide por cuánto dinero se gana y los bienes que se pueden comprar con ese dinero. La buena vida ya no se encuentra en la comunidad y la conexión” (hooks, 1999). “De hecho, el capitalismo funciona mejor cuando los niños permanecen en interiores, en centros comerciales y frente a televisores o pantallas. Pierde el acceso a la mente de los jóvenes cuando descubren placeres que no se pueden comprar”, escribe David Orr (Nature of Design, 2002). Nuestros imaginarios colonizados crean una plantilla de cómo deberían vivirse nuestras vidas, preparándonos para una vida de placer superficial, deseo interminable y destrucción de los sistemas que nos sostienen.

Privilegio

Aceptar esta historia es difícil. Aún más difícil es darnos cuenta de que haber crecido con esta historia y haber perseguido la riqueza superficial nos da automáticamente un cierto nivel de privilegio. Esto requiere reconocer que —conscientemente o no— estamos explotando a otros para nuestro propio beneficio.

Esto puede generar sentimientos paralizantes de culpa, vergüenza y enojo. Todas esas emociones límite mencionadas en la introducción surgirán con fuerza cuando nuestros egos inflados deban reconocer el daño que hemos causado inconscientemente durante toda nuestra vida simplemente por cómo nos enseñaron a ver el mundo y actuar en él. Estas emociones límite pueden llevar a muchos a desconectarse, a cerrar los ojos, o a insensibilizarse. Lo vemos con Palestina, con toda la violencia que vemos a diario en redes sociales. No sabemos cómo lidiar con nuestra propia complicidad, así que la ignoramos, lo que perpetúa el paradigma de separación, el sistema de valores colonial y refuerza la jaula en la que estamos cautivos.

Lo primero que debemos hacer es simplemente reconocer la historia con la que fuimos criados y el privilegio que esa historia nos otorga. Hilary Giovale escribe: “cuando entiendes esto, te vas a sentir mal. Vas a sentir incomodidad, culpa y vergüenza. Esta es parte del proceso y no puede ser evitada. Abrazar estas emociones incómodas abre espacio para interactuar de formas diferentes con personas y proyectos diversos. Crea posibilidades para que ocurra la sanación en todos los frentes” (Villanueva, 2018). Reconocer la colonización de nuestras mentes y sus consecuencias es el primer paso hacia la sanación.

Colonización del cuerpo

Cuando nuestras mentes están colonizadas, nos involucramos en prácticas coloniales que promueven la conveniencia, la comodidad y una autonomía irresponsable, es decir, todas aquellas cosas valoradas por el sistema de valores colonial. El involucramiento en estas prácticas —a menudo basadas en la explotación de otros— es lo que llamo colonización del cuerpo. Los cuerpos colonizados adoptan hábitos que satisfacen deseos a corto plazo a costa de hacer daño a otros, al mismo tiempo que nos desconectan de la tierra y de nuestras comunidades.

Los cuerpos colonizados ignoran prácticas tradicionales que son naturalmente satisfactorias y nos conectan con la tierra, como cultivar nuestra propia comida, bailar bajo la luna o hacer compostaje, y concentran su atención en placeres que se pueden comprar y que parecen satisfacer nuestro deseo insaciable de tipo Windigo, aunque solo sea por un instante. A medida que las mentes y cuerpos colonizados se perpetúan en la sociedad, las prácticas coloniales se convierten en norma y continúan separando nuestros cuerpos físicos de la tierra y la comunidad que nos rodea. Cuando nuestros cuerpos están colonizados, invertimos aún más en dividir, controlar y explotar, porque ya no sabemos lo que significa estar conectados, entre nosotros o con la Tierra.

Reflexión

  • ¿Cómo está colonizado tu cuerpo?
  • ¿Tienes prácticas que te conectan con la Tierra? Si es así, ¿has experimentado estigmas de otras personas por ello?